Hace casi una eternidad de años, en un lejano tiempo que se le ha llamado "triásico", hubo un lejano mar poblado de vida que se extendía de este a oeste, más allá del horizonte.
Donde ahora vemos montañas y valles, antes fue un ancho mar azul, salpicad0 de islotes, y franqueado por dos masas continentales en inercia de colisión.
En una de aquellas remotas costas vivió nuestra criatura, un estilizado reptil que se alimentaba de peces, que cazaba con su larguísimo cuello. Era rápido, veloz, buen nadador. Su estilizado cuerpo le permitía todo tipo de maniobras que culminaban con la captura de sus presas...
Cuando nuestro amigo hizo su recorrido por la vida, y llegó a sus últimos días, falleció en un lugar cercano a la costa, siendo arrastrado por las corrientes hasta quedar depositado en unas zonas de "fango" oscuro junto con los restos de otros pobladores de aquellas aguas.
Pasaron años, muchos años, centenares de millones de años, y el tiempo geológico hizo su trabajo diario.
Lo que otrora fue el ancho mar, ahora eran afloramientos puntuales de láminas de barro petrificado conteniendo los restos de aquellos vestigios de otra época.
Después de la preparación de los restos, nuestro tetrápodo amigo fue por fin depositado en buenas manos, donde ahora será estudiado, clasificado y servirá para agrandar nuestro conocimiento de la vida en ese tiempo pretérito llamado Muschelkak.
Un especial agradecimiento a Josep Fortuny, licenciado en Ciencias Biológicas por la Universidad Autónoma de Barcelona, y a Àngel Galobart, licenciado también en Ciencias Biológicas, y Doctor en Geología, de la UAB, ambos investigadores del Institut Català de Paleontología Miquel Crusafont, que hicieron posible el traslado de las piezas para su posterior estudio.